Fernanda Blasco
01 jun 20
Fernanda Blasco es periodista y profesora en Letras (UNR). Participó de la puesta en marcha de tres proyectos periodísticos: el diario El Ciudadano, como redactora; el diario digital Rosario3, como subeditora, y el portal Rosarioplus, como gestora del proyecto y editora. En la actualidad es consultora en comunicación digital, forma parte del programa Juana en el Arco (Radio UNR) y dicta talleres de escritura creativa. Se suma al ciclo “Pandemia: las palabras y los signos de estos tiempos”, de Fundéu Argentina, con la palabra “covidiota”.
Por Fernanda Blasco
Me piden de Fundéu Argentina que escriba un texto sobre una palabra, consigna que considero irresistible. Pero no cualquier palabra, debo elegirla de una lista de vocablos asociados a la pandemia. Mi mirada recorre la larga columna que me ofrecen y se detiene en un ítem. Cuando llego a esa palabra, el resto desaparece. Esa palabra me mira, provocadora. Siento que me elige para que escriba de ella. Covidiota.
Señoras y señores de Fundéu, ¿puedo reclamar los derechos para escribir sobre este neologismo? ¿Puedo asumirla como mi palabra preferida en la pandemia? ¿Puedo publicar un alegato a su favor?
Sé que nació en inglés (“covidiot”) y que a principios de abril la utilizó el New York Times. Parece que en España se volvió rápidamente popular y que en otras partes de Latinoamérica tiene competencia (“coronaburro”). Confieso que jamás la escuché o leí en la Argentina pero creo, sin dudas, que deberíamos adoptarla.
Desde que la conocí, no puedo dejar de pensar en la palabra covidiota. Me parece hermosa por donde se la mire. Es un sustantivo/adjetivo de claro significado que resulta de la fusión de dos términos muy utilizados. Su musicalidad es innegable: al pronunciarla mi lengua baila. De yapa, tiene propiedades terapéuticas porque permite sacar la angustia y la bronca que genera la pandemia.
La paradoja es que una palabra tan bella represente algo tan detestable. ¿Qué es un covidiota? Alguien que no se toma en serio a la covid-19 y que no respeta el protocolo de buenas prácticas que busca evitar su contagio.
No usar barbijo o usarlo colgado en el cuello, como si fuera el casco de la moto inútilmente llevado en el codo. Qué covidiota.
Comprar todo el stock de papel higiénico o alcohol en gel del almacén. Otro covidiota.
No respetar la distancia preventiva en la hilera de la farmacia. Terriblemente covidiota.
Es fácil reconocerlos. El covidiota es egoísta por naturaleza. ¿Quién más podría escribir una carta de repudio a un médico que vive en su edificio? El covidiota piensa que es experto en todo y no entiende argumentos que no sean los propios. ¿Quién más compartiría en redes sociales información que sabe que es falsa? El covidiota nunca tiene la culpa, culpar a otros es su hobby preferido. ¿Quién más repudiaría a una persona solo por enfermarse?
Los líderes mundiales que minimizan la pandemia y la tratan como “una gripecita más” son poderosos covidiotas.
Pero, ¿saben qué otra cosa me encanta de la palabra covidiota? Que esconde una trampa. Sepan que quien anda a los gritos tratando a los demás de covidiotas tiene altas chances de serlo también.
Señoras y señores de Fundéu, en base a lo expuesto previamente, les sugiero consagrar la palabra covidiota como “vocablo de la pandemia”. Creo que es un claro signo de los tiempos que corren y que se volverá pieza predilecta de los arqueólogos que en el futuro investiguen nuestra época. Sin otro particular, celebro con ustedes la constante evolución y plasticidad de nuestro idioma, y los saludo atentamente.