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Palabras para todos y todas: qué dicen quienes acusan al lenguaje de machista

05 mar 18

La lengua cambia con la cultura, pero no a la misma velocidad; tres posturas para entender el debate, por Paula Giménez en La Nación.

El tema de esta nota es complejo. No es ni fácil de abordar ni fácil de debatir ni fácil escribir sobre él, pero entiendo que es necesario charlarlo porque si algo pica tanto es porque algo genera. Así que me puse manos al artículo para intentar desarmar el largo debate: lenguaje inclusivo sí o lenguaje inclusivo no.

Como si fuera una serie, este artículo empieza por el final porque cuando terminé de escribirlo noté que, si bien el tema tiene mil aristas, lo más importante no estaba: ¿Qué es el lenguaje inclusivo? La idea es hacer una nota para quienes no tienen idea de qué hablamos cuando hablamos de diversidad en la lengua, así que intentaré explicarlo. Los seres humanos nos comunicamos a través de las palabras pero además de eso, pensamos, creamos, priorizamos y generamos mundos en nuestras cabezas a través de las palabras. De manera resumidísima, el idioma fue creado por y para los varones, porque eran ellos quienes manejaban y se disputaban el mundo. Hoy, ya muy lejos, las mujeres participamos del universo público, económico y social de manera activa y siendo pares, pero nuestro idioma, que cambia constantemente, viene muy atrás respecto a una cultura que no para de moverse. Tanto el feminismo como el colectivo LGBTQI buscan terminar de manera radical con el lenguaje machista y sexista que tiene al hombre como eje y proponen utilizar palabras neutras para ideas que hoy se presentan en masculino. Ejemplos claros son "todes" o "amigues" o "mediques".

Para empezar voy a plantear las tres posturas más usuales en este tipo de debates. La primera: así como la cultura cambia, cambia nuestra forma de comunicarnos, entonces no hace falta modificar el idioma porque cambiará cuando la cultura lo haga. La segunda: la historia la escriben quienes ganan, así que hay que empezar a visibilizar a una sociedad que tiene cada vez más apertura sexual, de género y de diversidad. La tercera: el idioma no es machista o feminista, lo es solo en la manera de utilizarlo.

 

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