Luciana Ramos

Luciana Ramos: “Virtualizar, desvirtualizar, esa es la cuestión”

17 jul 20

Luciana Ramos es socia de Tremédica. Se desempeña como traductora e intérprete en inglés. Además, es traductora certificada por la ATA y tiene el título universitario de máster universitario en traducción médico-sanitaria de la Universidad Jaume I de España. Desde sus inicios profesionales, se ha dedicado mayormente a la traducción médica. Ha dictado cursos de formación profesional y redactado artículos sobre traducción especializada. Se suma a “#Signos2020: nuevos tiempos, ¿nuevas palabras?”, con las palabras “virtualizar” y “desvirtualizar”.

 

Por Luciana Ramos

 

Vivimos tiempos de pantallas, conectados, pixelados y digitalizados. Seguramente, más virtualizados de lo que hubiéramos imaginado para este 2020, pese a que los contemporáneos de esta era informática venimos hace años tejiendo junto al mundo esta maraña digital. Pero sí, tal como lo vivimos hoy, sin dudas no lo imaginábamos. Virtualizamos consultas médicas, las compras del día a día, la alfabetización, las decisiones laborales, nuestro aprendizaje y desarrollo profesional, abrazos, días del padre, cumpleaños, hasta la jura a la bandera el día que conmemoramos la muerte del más real de los maestros.

Lo hacemos envueltos en una vorágine que nos impulsa a sacar a relucir ese costado camaleónico que desconocíamos de nosotros mismos. ¿Y cómo nos está yendo? En definitiva, en muchos aspectos, fue un acelerar el paso del tiempo, optimizar aún más el uso de la tecnología al alcance, innovar, aprovechar el tiempo. Si bien es innegable que es un fenómeno social de muchas aristas y que, lamentablemente, gran parte de nuestra sociedad no tiene puerta de acceso a este mundo virtualizado, en algunos ámbitos, logramos una integración bastante fluida con la “nueva normalidad”. Y mi reflexión se centra en esta realidad virtual que me toca atravesar. No está tan mal… pero ¿qué sucederá a la hora de desvirtualizar?

De algún modo, debemos buscar la punta del ovillo y resguardarla. Porque, si bien hay mucho de lo aprendido que vale la pena capitalizar, no debemos olvidar todo aquello que amerita el aquí y ahora, el cara a cara, en persona. Llegará el momento en el que probablemente podamos elegir desandar el camino y volver a enrollar el ovillo, y nuestra nueva zona de confort ya nos tendrá de su lado, parapetados detrás de un monitor. Para los traductores, que es la humilde perspectiva profesional que puedo aportar, este es un mundo conocido en lo laboral, aunque no así en lo personal, al menos para la mayoría. Más aún, sin vacilar me atrevería a afirmar que muchos de nosotros retomamos o sacamos a la luz especializaciones apolilladas, cursos por siempre postergados o vínculos laborales algo empolvados. No obstante, no nos distanciemos de aquello ajeno a lo virtual.

Si nos ceñimos a las definiciones del diccionario de la Real Academia Española para el lema "virtual", veremos claramente la naturaleza tácita, aparente en oposición a lo real que reviste el término. Y algo en ese matiz de “apariencias” me hace ruido. Por eso, insto a todos los que estamos envueltos en esta virtualización a desvirtualizar todo aquello que nos define: la palabra, la sonrisa, esa mirada que lo dice todo, ese abrazo que se siente como un andamio invencible, la mano tendida a un colega, la voz sincera. Eso que nos hace persona cobra hoy más valor que nunca pues tiene que atravesar pantallas, viajar miles de kilómetros y consolidar redes y conexiones inestables. Desvirtualicemos la sensibilidad y la conciencia social, para propiciar un entorno virtual ameno, transparente y real.

 

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