“Pandemia: las palabras y los signos de estos tiempos”

Javier Hernández: “¿Aislamiento y cuarentena son lo mismo?”

11 may 20

El periodista Javier Hernández se suma al ciclo “Pandemia: las palabras y los signos de estos tiempos” y elige “aislamiento”. Hernández se ha especializado en cultura y espectáculos. Es colaborador de Mirador Provincial y Diario Digital Conclusión. En radio colabora con La Ocho AM830, AM1470 Buenos Aires, Radio 10, Radio Universidad de Rosario y Radio Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile, entre otras. Por once años fue redactor en el diario El Ciudadano.

 

 

Por Javier Hernández

 

Miro por la ventana del departamento en el que vivo solo hace más de dos años. El último piso, donde está ubicado, en el centro de Rosario, me permite tener una mirada más o menos amplia de lo que podría llamar “el contexto” de la calle. Pienso que es similar a sentarme en la última fila del teatro cada vez que voy a hacer una crónica. Además de los actores me gusta ver al público.

 

Hace cincuenta días que la ventana es lo más cercano a la verdad, desde un punto de vista subjetivamente empírico, sensible y sensorial, que tengo a mano. El horizonte va convirtiendo mi mirada (y mis emociones) día tras día, así como lo hace el arte. La búsqueda de respuestas “reales” en los medios de noticia que dominaron las horas de las primeras semanas me condujo, posteriormente, a la búsqueda de respuestas verosímiles en películas de “ciencia ficción” y, más tarde, a la lectura de ―para mí importantes― pensadores de este tiempo como Paul Preciado y Bifo Berardi. Tomo la decisión que la ventana es un buen indicador no-mediado y marca un pulso propio muchas veces desestimado.

 

Hoy es una fría mañana soleada de otoño. El termómetro del teléfono, mi conexión tecnológica con el afuera, marca siete grados aunque acá dentro está templado. La mirada va más allá y divisa pequeños esporádicos transeúntes que confirman que los números, en este caso, no mienten: Allá hace frío.

 

Suena el teléfono. El mensaje es inesperado y desafiante. Desde lo creativo pone en alerta todo mi sistema de referencia en este amanecer. La propuesta lleva la firma de un gran periodista y escritor argentino al que aprecio por su valor y constancia para asumir desafíos. Me invita, dice en el mensaje, a participar de un ciclo que se llamará “Pandemia: las palabras y los signos de este tiempo”, donde me ofrece una lista de expresiones que acapararon la agenda mediática de los últimos meses para que pueda “escoger una de ellas (o seleccionar otra) y escribir un breve texto”.

 

Son un sinnúmero de palabras, algunas ni sé a qué refieren pero que, parece, rigen nuestra contemporaneidad. La primera de la lista es “aislamiento” y la segunda “cuarentena”. Pienso en cuál me atraviesa con más fuerza en las reflexiones cotidianas, algunas de las cuales se amontonan en archivos de texto sin publicar, en el celular, y en notas adhesivas pegadas en cualquier parte, en estos días de soledad donde escribir es una forma de pensar (y asomar).

 

Respondo: “aislamiento”.

 

Hoja en blanco.

 

Primer pensamiento: “¿´Aislamiento´ y ´cuarentena´ son lo mismo?”. Su uso en Argentina, recuerdo haber experimentado como consumidor de noticias, se institucionalizó en sinónimo. Presidencia lo nombró así: “El aislamiento social, preventivo y obligatorio es una medida excepcional que el Gobierno nacional adopta en un contexto crítico”. Los medios utilizan uno y otro con frecuencia y conveniencia.

 

El límite es sensible. La Real Academia Española (RAE), en su acepción vinculada con la salud, dice que la cuarentena es el “aislamiento preventivo al que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales”. Y sobre el “aislamiento”, que es una acción y efecto que responde a “apartar a alguien de la comunicación y trato con los demás”. Entonces, todos en la individualidad somos susceptibles de “apartar” y ser “apartados” o ¿existe un otro inmune? ¿Quiénes podrían ser los “demás” en este nuevo horizonte?: ¿los Gobiernos? ¿El sistema? ¿O la inmunidad reside en sí misma en el aislamiento social, en la soledad?

 

Segundo pensamiento. Sí el mundo que conocíamos ya no existe, ¿bajo qué signos se establece este nuevo mundo? Pienso que durante estas semanas se han ido escribiendo promesas con tinta de hielo. Que los sistemas y estructuras administrativas creadas para lograr metas u objetivos, con el apoyo de las personas y el talento humano, han hecho de tal proyecto de aislamiento un supuesto punto de partida del mañana, para volver el tiempo atrás, para fundar de nuevo la vida en comunidad con su innumerable diversidad y particularidades espirituales e intelectuales.

 

Tercer pensamiento. Hablo con artistas por teléfono todos los días. Están preocupados. Yo también. Mi trabajo (y espiritualidad) dependen de ellas y ellos. Nos atraviesa una profunda incertidumbre. La industria cultural fue la primera gran herida en esta guerra moderna y será, seguramente, la última en recuperarse. El choque fue tan violento que desparramó a todos en la lona del ring y, como es habitual, nos dio un golpe de knockout a los trabajadores independientes de la cultura, que en muchos casos tuvimos que redefinir nuestros roles para, desde nuestras “prisiones blandas” (como define Paul Preciado al hogar), encontrar la forma de “salir al mundo” asumiendo una versión virtual esterilizada de cuerpos, con debido distanciamiento físico, que asumió, a costa de necesidad y urgencia ―y como mal menor―, la autoprecariedad.

 

El mundo actual desdibuja signos comunes, códigos de la significación que hacían posibles la comunicación y la interacción, los lenguajes artísticos, la corporalidad, pero aun así, y a pesar del “peligro inminente de enfermar y contagiar”, resiste en la memoria, aferrada al recuerdo subjetivo, de la belleza del contacto de la piel, de los estímulos, y de la certeza de la propia vulnerabilidad del cuerpo físico.

 

Vuelvo a mirar por la ventana. Una pareja de la mano, ambos llevan barbijo, él además una máscara de protección. Los acompaña un perro. Él se agacha y, como prueba de un equilibrismo higiénico, recoge con una bolsa los excrementos de la pequeña mascota que arroja con esmero y apuro en un volquete. Ella le rocía las manos con algo que saca de la campera. Continúan su marcha; sí, siguen de la mano.

 

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