Francisco Albarello
22 jul 20
Francisco Albarello es doctor en Comunicación Social por la Universidad Austral y profesor en varias universidades argentinas y latinoamericanas. Investiga y escribe sobre comunicación digital, lectura, narrativas transmedia y educación. Su último libro es Lectura transmedia: leer, escribir, conversar en el ecosistema de pantallas (Buenos Aires, Ampersand). Se suma al ciclo “#Signos2020: nuevos tiempos, ¿nuevas palabras?” con la palabra “aislamiento”.
Por Francisco Albarello
Hace casi diez años, Sherry Turkle, la destacada psicóloga del MIT, famosa por su libro La vida en la pantalla (1995), una de las primeras investigaciones que describía la naciente cultura digital y la ebullición de las comunidades virtuales que encontraban en los MUD formas de expresarse y experimentar con personalidades múltiples en línea, rompió el molde y publicó Alone Together (Juntos a solas). En ese libro, Turkle advertía que la tecnología nos estaba llevando a lugares a los cuales tal vez no queríamos ir. Se refería entonces al uso de los mensajes de texto que reemplazan la conversación: “nos escondemos ―decía― detrás del texto, nos editamos a nosotros mismos y decidimos evadir las conversaciones en vivo porque allí no podemos controlar lo que decimos”. No tardó en aparecer una palabra que definía esa práctica: phubbing, un acrónimo resultante de unir las palabras phone ―teléfono― y snubbing ―desairar―, que se refería a la acción de faltarle el respeto al otro que tenemos frente a nosotros usando el teléfono celular. Por “aislamiento” se entendía entonces este solapamiento que producía el uso del móvil en cualquier circunstancia y contexto, ya sea en una reunión de trabajo, en una cena, en una conversación cara a cara, hasta incluso en un velatorio. Así, las voces de alerta se sintetizaron en esta frase: “el celular te acerca a los que están lejos, pero te aleja de los que están cerca”.
En esta situación que estamos viviendo como humanidad, el contexto parece invertir la ecuación. Si al aislamiento antes lo relacionábamos con el uso individualizado e individualizante del dispositivo en situaciones compartidas, la cuarentena nos ha obligado a estar con otros, pero utilizando estos dispositivos para estar conectados con el mundo exterior. El smartphone, visto antes como un enemigo de la conversación, de la concentración, y ―en definitiva― de las relaciones sociales, se ha convertido en un aliado infaltable. En muchos hogares, el celular es la única computadora conectada a Internet, una pantalla que nos conecta para hablar, festejar cumpleaños y dar o tomar una clase. Es más, nos podríamos preguntar ¿qué sería de esta cuarentena sin Internet?
Entonces, el provocador título Alone Together adquiere otro sentido, a tal punto que hace poco, buscando información en Internet para ilustrar este tema, me encuentro con que #AloneTogether (https://www.alonetogether.com/) es un programa de prevención ante el COVID-19 que lleva adelante el Gobierno de los Estados Unidos para procurar que la población se mantenga conectada con sus amigos, familiares y seres queridos durante la cuarentena. Los que antes parecían ser nuestros enemigos, repentinamente se han vuelto nuestros aliados. Las miradas apocalípticas, que reaparecen con cada nuevo invento cuando asoma a la superficie de los usos y costumbre de la gente, son desplazadas por la nueva realidad que se impone. Esta realidad, entonces, lleva a replantearnos qué significa estar solo y qué significa estar acompañado. Más aun, nos lleva a resignificar la palabra estar, porque estar, cada vez más, es estar conectado.