Tomás Viú
04 ago 20
Tomás Viú es licenciado en Comunicación Social por la UNR, cursó la carrera de Realizador Audiovisual en la EPCTV y es docente en talleres de comunicación y periodismo. Diplomado en Gestión de Medios Autónomos por la Cooperativa Lavaca. Hizo trabajos en radio y televisión y participó en proyectos cinematográficos. Desde 2016 trabaja como redactor en Enredando. Se suma a “#Signos2020: nuevos tiempos, ¿nuevas palabras?”, con la palabra “cibercita”.
Por Tomás Viú
Para que la cibercita pueda ocurrir debe haber buena conexión, no entre los cuerpos, sino entre los aparatos. Cibercita suena futurista. Pero la palabra “ciber” es el prefijo derivado de “cibernética”. Tan en auge en los noventa, hoy los ciber ―generalmente, locutorios que ofrecían el servicio de computadoras con acceso a internet cuando la conexión doméstica era algo de pocos― podrían formar parte del museo de sociología, si tal cosa existiese. Entonces la palabra “cibercita” podría encuadrarse en un futurismo vintage. Es la cita de un futuro que llegó hace rato.
La cibercita no es algo nuevo en tanto práctica social. Tampoco es nueva la idea de que el contexto histórico condiciona o determina las formas de relaciones sociales. Sin embargo, la pandemia del COVID-19 modificó el estado de las cosas (y de las personas y de las palabras). Al margen de las diferentes aperturas y flexibilizaciones que cada región del país fue teniendo conforme avanzaban los meses y las situaciones epidemiológicas particulares, desde el 19 de marzo ―cuando se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio en Argentina― la cibercita pasó a ser la única posibilidad de vincularse. La frase “estamos en contacto” empezó a cobrar otro sentido.
Cuando las cámaras web no abundaban, la opción más recurrente era el chat. Había portales en internet que ofrecían salas de chat para conocer gente. El foco estaba puesto en la pata discursiva textual. Después, cuando los dispositivos empezaron a traer las cámaras incorporadas, al lenguaje escrito se sumó el audiovisual. ¿Qué mostrar en una primera cita, cuando la persona que no te conoce entra a tu casa?
Es probable que la cibercita se asocie principalmente con encuentros amorosos virtuales. Con el objetivo de mantener el distanciamiento social, desde el Ministerio de Salud de la Nación recomendaron las herramientas como las videollamadas y el sexo virtual. Pero nuevamente la pandemia extiende los motivos por los cuales las personas se citan en el ciberespacio: cuestiones laborales, recreativas, educativas, artísticas, deportivas o afectivas. La palabra “cita” refiere a un encuentro previamente acordado entre dos o más personas en una fecha, hora y lugar determinados. En el marco de la cuarentena desarrollaron un plug-in que permite sincronizar a varios usuarios para que vean una misma serie o película y al mismo tiempo tiene una sala de chat para que todos los participantes puedan comentar en tiempo real lo que están viendo.
La cuarentena llevó al límite eso de que los cuerpos están atravesados por pantallas. Nadie sabe lo que puede un cuerpo mediatizado. En la cibercita los cuerpos están contenidos, sus movimientos no deben (no pueden) ir más allá del límite definido por los cuatro ángulos rectos que forman la porción visible que muestra la cámara. Durante la cibercita hay que permanecer adentro del cuadro. Junto con la imagen de la otra persona, la mayoría de las plataformas virtuales muestran la imagen propia. La pantalla devuelve en directo nuestros gestos y reacciones. Se produce una autocontemplación involuntaria similar a verse en un espejo.