Fabián Scabuzzo
15 sep 20
Fabián Scabuzzo es periodista, productor periodístico de radio y televisión, guionista y redactor creativo. Fue director y docente de TEA Rosario, escuela de periodistas, y exdirector artístico de LT8 Radio Rosario. Se suma al ciclo “#Signos2020: nuevos tiempos, ¿nuevas palabras?” con la palabra “confinamiento”.
Por Fabián Scabuzzo
Leí “confinamiento” en los medios españoles, cuando aún en Argentina el coronavirus era un presagio sin creyentes. Una palabra que me remite a presidio lejano, a la cárcel del fin del mundo, a castigo divino, a escondite de ermitaño. Esta manera de llamar a la cuarentena estricta, en donde nadie puede salir de su casa, es un poco todo eso. La modernidad de las redes permite romper el aislamiento, como en su momento fueron los libros o la fe.
Bajo la telaraña del confinamiento están los millones de seres humanos que se están degradando en cuarentena, quienes se sostienen en el llamado “tejido social” que se hizo andrajos a pesar de los discursos políticos. Casi todos se acostumbran a esa soledad, a la distancia, a verse por videochat y a maquillar esa situación para que nada parezca lo que es. Tirar buena onda, mostrar el pan de masa madre, mirar Netflix, hacer gym en el balcón, que todo parezca vacacional. Esa gente está pidiendo auxilio.
La salida será tan dura como el trayecto. Cuando se abran las puertas, a quienes sobrevivan les dejará una sensación de traición de la vida dar un beso o un abrazo, mirarán feo a quien les tosa cerca o los toque involuntariamente. Pondrán cara de asco cuando vean gente reunida. La reconstrucción estará llena de miedos y de injusticias. Tratarán de disimular mientras puedan.
Las personas que aman serán igual de amadas y a la vez tendrán miedo por ellas. Tanto que no podrán dormir si están de viaje, juegan al fútbol o deciden salir a bailar. Las fiestas no serán como antes. Los chicos crecerán en un ambiente desinfectado para siempre. El mandato social será no transmitir temor sino confianza, no mirar atrás. ¿Será así la “nueva normalidad” a la que aluden? Ojalá que no.
Hace unos días se dictó un nuevo confinamiento en mi ciudad, se vuelve a una fase más dura, y el sistema de salud está al borde del colapso. En Buenos Aires un grupo de personas se reunieron y quemaron barbijos, una forma pervertida de la libertad. Estoy convencido que el miedo los carcome como a todos. Con miedo no hay libertad que sirva, dicen los discursos de barricada.
Haber utilizado una palabra vinculada con un castigo fue toda una premonición; “confinamiento” se fagocitó a “comunidad”, “solidaridad”, “acompañamiento”, “esperanza”, y a las electorales “juntos” y “todos”.
Los pequeños gestos entre las personas, rompiendo muchas veces la norma que impide la circulación, dando un abrazo, ayuda o alimento a otros, son frecuentes, gracias a Dios, y necesarios. No hay una palabra que defina ese acto épico y subversivo, propio de la supervivencia, lo mejor de la esencia humana.
Había que haber buscado una palabra que no fuera una sentencia, que no nos dijera lo que tenemos que hacer para no contagiarnos, que confiara más en nosotros y en nuestra capacidad de cuidado, que no rompiera el sentido social, pero a la vez nos mantuviera unidos en la adversidad.
Difícil.
Ni un emoticón puede contener tanto significado.