Diego Giordano
17 sep 20
Diego Giordano es periodista. Entre 1999 y 2008 tuvo a su cargo el área musical del diario El Ciudadano. Condujo numerosos programas radiales y fundó y editó la revista RIEL (Revista de Investigaciones y Estudios Literarios). Colabora en distintos medios gráficos, y es el autor de los libros Inédito (Yo Soy Gilda, 2013) y Uniendo fisuras (Colección Vademécum, 2019). Periódicamente, publica notas en el blog laconspiraciondelruido.wordpress.com. Coordina el área de ediciones discográficas de la Editorial Municipal de Rosario. Se suma a “#Signos2020: nuevos tiempos, ¿nuevas palabras?” con la expresión “arco desinfectador”.
Por Diego Giordano
Siempre creí que el apocalipsis iba a desplomarse sobre nosotres de manera súbita, en la forma de una guerra nuclear total o de una catástrofe cósmica. A la vez, suponía que para ese momento ya estaríamos viviendo una etapa de sofisticación tecnológica a la Cronenberg, con exoesqueletos y organismos artificiales creciendo dentro de nuestros cuerpos. El contexto arruina esa ilusión.
El fin de la especie humana no será repentino, apenas un tardo y rutinario fade out en el que lentamente se van desvaneciendo las costumbres y las personas. T. S. Eliot lo anunció en “Los hombres huecos”, cuando escribió que el mundo no termina con un estallido sino con un gemido.
Mientras Trump abandona el Acuerdo de París y propicia la guerra civil en su país, y Bolsonaro arrasa con la selva amazónica, acá los agrocriminales, como alquimistas desquiciados, hacen del agua glifosato y convierten nuestro majestuoso humedal en un baldío chamuscado. Como el capitalismo que nos hemos empeñado en abrazar, el último acto de esta comedia es idiota, racista, violento e ignorante.
Cuando de una vez por todas dejemos este hermoso planeta en paz, la naturaleza limpiará nuestro desastre y la vida resurgirá en toda su esplendorosa y variada plenitud. Millones de años después, el Sol, antes de morir, calcinará todo vestigio vital y, una vez extinto, dejará a la Tierra yerma, una más de las infinitas rocas heladas que andan dando vueltas por el universo.
De las películas recientes que tratan el tema del fin de la especie humana, me quedo con The Road, de John Hillcoat, porque es triste y desoladora. También, a pesar del manto de esperanza que extienden al final, puedo sumar Guerra mundial Z y Niños del hombre. En algún lado leí que, cuando los responsables de los efectos especiales le preguntaron a Alfonso Cuarón, director de esta última, qué clase de naves espaciales quería, él dijo que ninguna porque el final será mugriento, hacinado y pobre. Y vaya si tenía razón.
Arco desinfectador es el nombre de un artefacto que de arco no tiene nada porque su forma es rectangular. Es similar a un detector de metales, y su función es fumigar los cuerpos que ingresan a determinado recinto. Su costo, según dice Mercado Libre, donde aparece bajo el nombre de arco desinfectante o sanitizante, oscila entre los 20 000 mil y 80 000 pesos. De tan rudimentario, el aparato es el símbolo de una especie que cuarenta años atrás creía que, a esta altura, iba a estar colonizando el sistema solar y que hoy presencia su autodestrucción.
Quizás la covid-19 sea el verdadero y definitivo arco desinfectador que la naturaleza creó para erradicarnos definitivamente del planeta, como ocurre en el cuento “Night Surf”, de Stephen King, en el que una gripe que se origina en el sudeste asiático barre con la especie humana. Sus personajes deambulan sin rumbo por la noche y queman viva a una persona con la naturalidad aburrida de un acto que, saben, no tendrá consecuencias. Y asimilan, como pueden, como nosotres, la presencia intangible pero real del exterminio. Cerca de la conclusión del relato, el narrador y protagonista dice que le habría gustado colocar una placa gigantesca para que, en la hipotética llegada de una nave extraterrestre, los visitantes leyeran: “Solo la gripe”.