Juan Pablo Meneses

Juan Pablo Meneses: Portátil, que profesa la religión portátil

22 sep 20

Juan Pablo Meneses es escritor y periodista. Es catedrático de Escritura de No Ficción en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Ha publicado diez libros de crónicas, entre los que destaca la trilogía Periodismo Cash, que incluye La vida de una vaca, Niños futbolistas y Un dios portátil. Se suma al ciclo “#Signos2020: nuevos tiempos, ¿nuevas palabras?” con la palabra “portátil”.

 

Por Juan Pablo Meneses 

 

Las mejores palabras nuevas son aquellas palabras viejas que toman un nuevo significado. Una suerte de reciclaje lingüístico, que les permite volver a nacer antes de convertirse en chatarra de diccionario. Cada nueva acepción como una nueva vida.

Hasta el 2020, la palabra portátil no tenía una connotación espiritual ni religiosa. Viene del latín portātum, que se descuelga de portāre, que significa ‘llevar, portar’. Claro que quienes la hicieron popular fueron las primeras radios y televisores portátiles de los años 60 y 70. No solo se masificaba una palabra, sino también el concepto del transportar tecnología fácilmente.

Rápidamente, la escritura también se tomó esta palabra que sonaba moderna. El novelista venezolano Adriano González León ganó el Premio Biblioteca Breve de 1968 ―en los mejor años del boom y del Biblioteca Breve― con la novela País portátil. En 1985 Enrique Vila-Matas retoma la palabra y publica su Historia abreviada de la literatura portátil. En 2009, inspirados por el libro de Vila-Matas, se funda en Buenos Aires la Escuela de Periodismo Portátil. Y casi al final, en 2018, Random House clava su bandera con la colección Poesía Portátil.

Esta rápida línea del tiempo de un adjetivo que se acomoda en lo literario contrasta con su aplicación cotidiana. El propio Diccionario panhispánico de dudas alerta de la caída en el uso de portátil, cediéndole su terreno a portable, “cuyo uso se debe hoy, en muchos casos, al influjo del inglés”. Cada día se están vendiendo más computadores portables, baños portables, chimeneas portables.

En el año 2000, cuando me fui de Chile a viajar y escribir historias, dije que me iba a hacer periodismo portátil. Transportaba mi oficina a cuestas. Después, desarrollé en Buenos Aires el proyecto de la Escuela de Periodismo Portátil (mencionado arriba), que en 2019 pasó a convertirse en la Universidad Portátil. Hasta ahí, la palabra siempre relacionada con adjetivo de fácil de transportar. Pero, paralelamente, comenzaba a gestarse su vertiente espiritual.

Para mi último libro viajé a la India y compré un dios, que me lo llevé de regreso a casa y pasó a ser un dios portátil. Después diseñé una iglesia en Silicon Valley, con una estructura que se podía llevar a cualquier parte. Y, finalmente, en Nueva York se lanzó este credo global para los freelance, como parte de un libro de no ficción.

Este 2020, en medio de la pandemia, salió publicado Un dios portátil, con la historia de este credo dirigido a los nómades, a los trashumantes, a los sin lugar fijo. Un credo libre, que conecta a todos los portátiles del planeta. Pero no es que conecte a los computadores livianos, sino a los seguidores de esta religión. En el mundo hay más cinco mil religiones, y así como están los cristianos, musulmanes, judíos, católicos, budistas, desde el 2020 están los portátiles.

Es muy distinto el portátil que se transporta fácilmente al portátil que profesa la religión portátil.

Es totalmente diferente alguien que se mueve de un lugar a otro, por trabajo, sin darle mayor importancia a lo que significa ese movimiento, a la persona portátil por creencia religiosa, que puede recorrer mundos sin moverse de donde está. Nada más que con su fe en este nuevo credo. Una religión cuyos detalles, obviamente, no es necesario comentar aquí.

 

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