10 preguntas sobre los diccionarios

25 oct 17

La elaboración de un diccionario es una tarea compleja, casi diríamos heroica. Ir extrayendo cada palabra de la documentación existente, colocarla bajo la luz de la mesa de trabajo, coger el lápiz afilado —también podría ser el bisturí— y tratar de definir con otras palabras su significado preciso, todos sus significados —si esto te parece sencillo, detente un segundo a intentar definir, por ejemplo, la palabra esponja—.

La elaboración de un diccionario es una tarea compleja, casi diríamos heroica. Ir extrayendo cada palabra de la documentación existente, colocarla bajo la luz de la mesa de trabajo, coger el lápiz afilado —también podría ser el bisturí— y tratar de definir con otras palabras su significado preciso, todos sus significados —si esto te parece sencillo, detente un segundo a intentar definir, por ejemplo, la palabra esponja—. Agotar la denotación de una palabra y todas sus connotaciones. Averiguar de dónde vino, qué otras palabras la sucedieron. Enumerar de cuántas locuciones forma parte, buscar ejemplos claros y divulgativos de su empleo. Palabra por palabra, letra por letra, de la A a la Z y vuelta a empezar. La lengua nunca se está quieta.

¿Son todos los diccionarios iguales?

Aunque a simple vista pueda parecer que sí, no todos los diccionarios son iguales: no contienen los mismos términos y no ofrecen el mismo tipo de información sobre ellos.

El Diccionario académico, acaso el diccionario por antonomasia para el común de los hablantes, es un diccionario normativo y esto ya lo hace raro, especial, en su género. Pero ni todos los diccionarios son así ni este es el único diccionario que elabora la Real Academia, que cuenta con numerosas obras en su haber.

Otros diccionarios muy frecuentes son los llamados diccionarios de uso, que tratan de describir el español común actual; algunos de los más conocidos son el Vox, el de Seco, O. Andrés y G. Ramos o el María Moliner.

También existen los diccionarios de dudas, que no recogen el léxico de una lengua, sino que responden a las dudas que más habitualmente se dan en su uso práctico. De este modo, en obras como el Diccionario panhispánico de dudas no figurará un verbo como amar, verbo regular que no presenta dificultades, pero sí uno como abolir, que causa dudas con la diptongación (abolo/abuelo).

Se publican, además, diccionarios etimológicos, que recogen el origen, y en muchos casos hasta la biografía, del vocabulario de nuestra lengua, y diccionarios técnicos sobre un área del conocimiento. Hay diccionarios de sinónimos y antónimos, combinatorios, inversos, diccionarios de preposiciones, del léxico de una determinada zona, para estudiantes, de español como lengua extranjera, etc.

Si una palabra no está en el diccionario, ¿es que no existe?

Desde luego que no, ningún diccionario recoge todas las palabras. Los diccionarios ni siquiera recopilan todas las formas de una palabra: los sustantivos se registran por su forma en masculino singular; los verbos, por su infinitivo… y esto no quiere decir que el resto de las formas sean incorrectas.

Los diccionarios no recogen necesariamente toda la familia léxica de una palabra (en el académico figura, por ejemplo, el adjetivo mediterráneo, pero no el sustantivo, también posible, mediterraneidad). Tampoco están todas las formas que se pueden derivar de un término: el Diccionario registra casa, pero no megacasacasita o casaza (aunque sí incluye mega-, -ita y -aza como elementos compositivos).

Los diccionarios tampoco incluyen nombres propios: algunos, los de países y ciudades por ejemplo, suelen formar parte de listados que están disponibles en apéndices o en otras obras.

Si una palabra está en el diccionario, ¿se considera adecuada solo por eso?

Foto: ©Archivo EFE/Javier Lizón

Foto: ©Archivo EFE/Javier Lizón

Los diccionarios recogen algunas voces que es preciso manejar con precaución. Puede causar sorpresa ver que el DRAE recoge almóndiga, se puede creer que al estar recogido tiene carta de naturaleza, pero en estos casos es fundamental fijarse en cómo aparece esa palabra en el Diccionario.

Para empezar, almóndiga remite a albóndiga, con b. Esto quiere decir que la voz con m no aparece ni definida, esto es, para ver su significado hay que ir a la entrada de albóndiga y, además, y esto es lo importante, a continuación aparece la abreviatura U. c. vulg. que significa ‘usado como vulgar’, es decir, que estamos ante un vulgarismo, un término que la Academia juzga impropio de personas cultas o educadas.

¿Por qué el diccionario académico mantiene acepciones políticamente incorrectas?

Una crítica que comúnmente se le hace al Diccionario es que algunas de sus definiciones pueden resultar hirientes para la sensibilidad social de nuestro tiempo. En primer lugar, conviene tener claro el uso real que se hace de las palabras, pues muchas de las definiciones que nos ofenden cuando se las ve aisladamente y por escrito responden con veracidad al uso que los hablantes hacen de un término. En otras ocasiones, no responden al uso actual, sino que testimonian el uso de otros momentos históricos; la Academia precisa a este respecto que su diccionario da claves para entender los textos escritos desde el año 1500.

Si vamos, por ejemplo, a la entrada regenta, descubriremos que su segunda acepción es ‘mujer del regente’, algo que hoy puede parecernos chocante; sin embargo, a esta definición precede una etiqueta que no es justo obviar, se dice que es voz desusada y coloquial. Los diccionarios no eliminan acepciones, al menos no como primera medida, las etiquetan, advierten de que ya no responden al uso actual, pero informan de que hubo un tiempo en que significó eso. Si un estudiante abriera la famosa obra de Clarín y esta definición hubiera desaparecido del Diccionario, no entendería ni el título de una de las novelas más famosas del XIX español. Por otra parte, en el avance de la vigesimotercera edición, a esta acepción la precede otra, más acorde con el momento actual,: ‘mujer encargada de un establecimiento o negocio’.

¿Cómo llega una palabra a entrar en el Diccionario?, ¿y cómo sale?

Foto: ©Fundéu/Judith G. Ferrán

Foto: ©Fundéu/Judith G. Ferrán

Las decisiones lexicográficas de la Academia se toman en comisiones especializadas, que luego se aprueban en el Pleno. Los datos se toman, en gran parte, del Banco de datos del español compuesto por el Corpus diacrónico del español (CORDE), el Corpus de referencia del español actual (CREA) y el Corpus del español del s. XXI (CORPES XXI), una inmensa base de datos, que casi llega a los 300 millones de registros léxicos y que recoge textos representativos de todos los países de habla española. El hecho de que una voz tenga representación cuantitativa y cualitativa en estos corpus justifica su presencia en el Diccionario, mientras que otras muchas que no están suficientemente documentadas no figuran. «El uso de los hablantes no se rige por normas de simetría ni de proporcionalidad», como explica la propia RAE.

Pero del Diccionario desaparece también información, dejan de figurar palabras o acepciones. Sin embargo, este material no se pierde, queda accesible en el Nuevo tesoro lexicográfico, un diccionario de diccionarios que reúne 70 obras desde el s. XV hasta el XX.

¿Qué tipo de léxico no recogen los diccionarios?

Los diccionarios como el académico o los diccionarios de uso son diccionarios de lengua general, esto es, no incluyen jerga técnica, no puede acudirse a ellos para ver cuáles son todos los significados e implicaciones que una palabra tiene, por ejemplo, en el ámbito del derecho o la medicina, por más que a veces incluyan acepciones de algunos de estos dominios. El Diccionario académico nos dice, por ejemplo, que asesinar es ‘matar a alguien con premeditación y alevosía’, pero no es un código penal.

Los diccionarios tampoco recogen las palabras que son propias de determinadas zonas y que no pertenecen al caudal general. Otras obras, como los atlas lexicográficos o determinados cuestionarios que hacen los lexicógrafos como trabajo de campo, dan cuenta de este riquísimo patrimonio dialectal.

Si una palabra se usa con un sentido que no tiene en el diccionario, ¿es incorrecto?

No necesariamente. Las palabras están cargadas de connotaciones, de evocaciones, que son difíciles de definir, de encasillar o sistematizar. Es parte del genio del idioma, los usos metafóricos, metonímicos,… están más presentes en el día a día de lo que creemos y, en ocasiones, censurarlos es limitar la creatividad del hablante y la riqueza que nuestro idioma pone a nuestro alcance.

Además del significado de las palabras, ¿qué más ofrecen los diccionarios?

Ni siquiera los diccionarios que sobre todo dan significado ofrecen solo significado. En un diccionario de uso, o en el académico, además de significado, incluso antes de llegar a él, tenemos mucha otra información.

Los diccionarios dan la procedencia de una palabrasu etimología o la forma extranjera de la que proceden. Dan información gramatical, nos dicen qué clase de palabra tenemos entre manos (si es un sustantivo, una preposición, un adverbio, etc.); si es un sustantivo o un adjetivo, nos dan información sobre el género (masculino, femenino, común en cuanto al género,…); nos ofrecen la conjugación si se trata de un verbo. Nos dan, como hemos visto, muchos datos en las etiquetas y marcas que acompañan a las palabras (vulgar, poco usado, arcaico, infantil, coloquial, malsonante, eufemismo, etc.); en ocasiones, en estas marcas hay incluso información ortográfica (ORTOGR. Escr. t. con may. inicial., ‘Ortografía, escríbase con mayúscula inicial’).

Pero los diccionarios también ofrecen ejemplos de uso, frases concretas de usos reales del término en cuestión y fraseología, esto es, las colocaciones en las que frecuentemente aparece esa palabra y las locuciones en las que tiene un significado ya acuñado, que no necesariamente es el que resultaría de sumar los significados de las palabras por separado.

¿La Real Academia solo hace diccionarios?

Ni la RAE hace solo un diccionario, ni hace solo diccionarios. Como hemos visto, la Academia elabora, además del DRAE, el Diccionario panhispánico de dudas, el Tesoro lexicográfico del español y el Banco de datos del español; pero tiene también el Diccionario del estudiante y otras obras normativas como la Gramática y la Ortografía, que dan cuenta de lo que sucede más allá del nivel de las palabras.

¿Los diccionarios son solo para empollones?

Foto: ©Fundéu/Judith G. Ferrán

Foto: ©Fundéu/Judith G. Ferrán

Los diccionarios son utilísimas herramientas de trabajo, no solo apropiadas para el redactor o el escritor, sino interesantes también para el común de los hablantes.

Hoy, cuando consumimos la información tan rápido, quizá no disponemos del tiempo necesario para consultar una voz cuyo significado no conocemos o un uso que nos hace dudar. Por eso conviene saber que la RAE tiene ya gran parte de sus obras disponibles en su página web y que pueden consultarse desde nuestros teléfonos y tabletas, incluso desde los mismos dispositivos en los que estamos leyendo o escribiendo, sobre todo ahora, que las redes sociales han hecho que quienes no escribían con regularidad tengan de pronto que hacerlo.

Los diccionarios son el gran libro, la llave para acceder a todo lo demás. Tienen, paradójicamente, mucho de efímero y mucho de eterno.

 Judith G. Ferrán
 
Fuente: www.fundeu.es

 

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