Foto: Miguel Bruna.
General | 22 feb 21
La grafía resiliencia, con i después de la l, y no resilencia, es la adecuada para referirse a la capacidad de adaptación y recuperación frente a una situación adversa.
En los medios de comunicación pueden encontrarse frases como «En Aerolíneas Argentinas confían en la capacidad de resilencia que históricamente demostró la empresa», «¿Qué otros factores ayudan a configurar un espíritu de resilencia?» o «A lo largo de la historia la humanidad ha demostrado resilencia ante situaciones dolorosas y complejas».
El Diccionario de la lengua española recoge el sustantivo resiliencia, no resilencia, y lo define como ‘capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos’ o ‘capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido’.
Es precisamente la capacidad de adaptación y recuperación que aparece en las definiciones la que diferencia este sustantivo de la mera resistencia, cuya definición es ‘acción y efecto de resistir (tolerar, aguantar o sufrir)’.
La forma con i (resiliencia) se adapta mejor a la etimología del término, que nos ha llegado a través del inglés resilience, pero tiene su origen en el latín resiliens, -entis, participio del verbo resilīre, ‘saltar hacia atrás, rebotar’, ‘replegarse’, como señala el Diccionario de la lengua española. Por las mismas razones, el adjetivo correspondiente es resiliente y no resilente.
Así, en los ejemplos iniciales habría sido preferible escribir «En Aerolíneas Argentinas confían en la capacidad de resiliencia que históricamente demostró la empresa», «¿Qué otros factores ayudan a configurar un espíritu de resiliencia?» y «A lo largo de la historia la humanidad ha demostrado resiliencia ante situaciones dolorosas y complejas».